viernes, 15 de abril de 2011

Y Dios creó a la Madre



Un día Dios decidió crear a la Madre. Llevaba dándole vueltas al proyecto durante más de una semana, cuando apareció un ángel que le dijo.

- Anda, Señor, que el modelito te está haciendo perder tiempo ¿eh? -
- Es cierto. Pero, ¿has leído los requisitos de fabricación? - contestó Dios.
- Debe ser lavable y transparente, pero no de plástico; tener muchas, muchísimas piezas móviles, todas recambiables; un corazón de oro, tierno a la vez; la cabeza en su sitio y unos labios capaces de dar un beso que lo cure todo, desde una herida de rodilla hasta un desengaño amoroso y, además, seis pares de manos - agregó Dios.
- ¿Seis pares? - dijo asustado el Ángel.
- Sí, por las tareas que le aguardan. Pero lo difícil no son las manos, sino los pares de ojos que la madre debe tener - respondíó Dios.
- ¿Tantos? - preguntó el ángel.
Dios asintió.
- Un par para ver detrás de la puerta cerrada, cuando pregunta: ¿Qué están haciendo ahí dentro hijos?, aunque ya lo sepa. Otro par detrás de la cabeza para ver lo que no quería ver, pero que una madre no debe ignorar. Y otro par, además, para decir en silencio al hijo que se ha metido en un lío: "Te comprendo, hijo. A pesar de todo te sigo queriendo" .



- Señor, vamos a descansar. Mañana será otro día. - dijo el Ángel echándole gentilmente un brazo por los hombros.
- No puedo - respondió el Señor - Casi está acabado. He fabricado un modelo que se cura sola, si cae enferma, que sabe preparar una comida para seis con solo medio kilo de carne picada y que es capaz de mantener quieto bajo la ducha a un niño de cinco años.

El ángel dio una vuelta lenta en torno al modelo de madre, contemplándolo con curiosidad.
- La encuentro demasiado delicada - dijo luego.
- ¡Pero resistente! - replicó el Señor con aplomo - Tú no tienes ni idea de lo que es capaz de soportar una madre.



Entonces el ángel se acercó al modelo de madre y le pasó un dedo por la mejilla.
- ¡Hay una avería, una fuga!, te lo dije, has puesto demasiadas cosas en este modelo.
- No hay tal fuga - corrigió el Señor - Se trata de una lágrima.
- Y eso, ¿para qué sirve? - dijo el Ángel con curiosidad.
- Sirve para expresar alegría, tristeza, desengaño, dolor, soledad.... e, incluso, orgullo por el hijo que tiene éxito. - le respondió Dios.
- ¡Estás hecho un genio! - exclamó el Ángel.
Con una pizca de melancolía y de humor añadió Dios por lo bajo:
- Si te soy sincero, no he sido yo quien ha inventado las lágrimas... Pero están bien.

Si Dios no ha creado las lágrimas en el rostro de la madre, ¿por qué vamos a ser nosotros quienes se las pongamos?

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